Lo efectos negativos del cambio climático, así como la parálisis en la cadena global de suministro provocados por la pandemia Covid-19 y los impactos geopolíticos y económicos de la guerra en el este de Europa, constituyen detonantes de la prolongada crisis mundial del siglo XXI caracterizada por la expansión/ profundización de la pobreza. La magnitud de estos impactos guarda relacion con el aumento de la velocidad de los cambios hasta presenciar de la “noche a la mañana”, el avenimiento de un “nuevo orden mundial” multicéntrico (China, Rusia, China) que destronó la unipolaridad norteamericana- europea. Estamos en presencia de una contra-globalización que debilita la interdependencia y resignifica la autonomía y capacidad endógena de manera que lo local y/o territorial se perfilan como ámbito espacial estratégico para el cambio.

 

Los cambios abruptos en los ciclos y fenómenos naturales asociados a las presiones antrópicas apuntan al cuestionamiento del patrón o modelo energético de la producción dados los efectos negativos sobre la disponibilidad alimentaria y, en particular, el deterioro de la calidad de vida y empobrecimiento de la población. En otras palabras, el aumento de las presiones reproductivas sobre las ecológicas, están en la base de los límites que la misma naturaleza ha puesto a la economía a escala global nacional, regional y/o territorial, al tiempo, se reduce la biodiversidad, bosques, aguas, fauna y flora hasta disminuir la frontera ecológica de posibilidades de producción (FEPP)

 

Como consecuencia ha crecido la migración masiva de poblaciones desde los países africanos, oriente medio y américa latina, hacia E.E.U.U y la U.E., fenómeno cuya expresión en Colombia se combina con deterioro de las condiciones socioeconómicas desde territorios y regiones donde son cada vez más frecuentes e intensos las lluvias y sequias, traduciéndose en crisis humanitarias[1], por tragedias que en su gran mayoría pudieron o debieron ser evitadas.  Adicionalmente, estos impactos se han multiplicado y profundizado por la actividad extractiva de minería carbonífera y aurífera a gran escala, así como artesanal ilegal y pequeña escala que han deteriorado territorios enteros, dado el auge de la minería. Ésta, junto con la extracción de petróleo y gas son, al mismo tiempo, las responsables del aumento de las emisiones de GEI y vertimientos tóxicos en ríos y mares que ha llevado al límite la biodiversidad vegetal y animal.

 

La hipótesis sobre la cual se argumenta la necesidad de un ejercicio académico asociado a la transición energética como salida a la crisis alimentaria, conduce a reflexionar sobre el patrón tecnológico-cultural de la producción agropecuaria, de modo que acompañe el propósito del gobierno nacional en esta materia. En esta dirección la Cátedra Low Mauss promueve la conciencia sobre la descarbonización progresiva, en este caso, a partir de la producción agroecológica de alimentos alineada con la seguridad y soberanía alimentaria como factor de salud preventiva de los colombianos. También, para ello, la biodiversidad, biotecnología y las energías renovables encabezan la agenda internacional de conversaciones entre gobiernos y empresas en cuanto están relacionadas con soluciones económicamente redituables, incorporando las fronteras locales, territoriales y regionales de los ecosistemas y escenarios ambientales en los que interactúa la población humana para reproducir la vida.

 

La lógica mercantil y rentística dominante del modelo productivo traduce una manera pensar poniendo en evidencia un paradigma de producción lineal que está en la base de las causas de la crisis no solo ecológico-ambiental, sino economía. Las consecuencias, hambrunas y desnutrición crónica calculada por la ONU en 800.000 personas recientemente, al tiempo que expanden el consumismo y desperdicios o descarte de materiales no biodegradables que tienen al borde del colapso los ecosistemas y la biodiversidad marina, amazónica, bosques tropicales y la mayor parte de los ríos, los cuales eran fuente principal de alimentación e ingresos de millones de familias de pescadores y agricultores. comprometiendo la oferta alimentaria 

 

No solo para el gobierno central y regional, sino también para la sociedad y la universidad esta es una responsabilidad de asumir retos de cambio de paradigma, contando con el potencial de biodiversidad y capacidades institucionales de investigación y reflexión académica, teniendo como aprendizajes las historias y aportes, por, ejemplo, la formulación en los años 70 de modelo computarizado global del MIT análogo al “World 3” del Club de Roma, que sirvió de base para los escenarios de “los Límites del Crecimiento” en su versión del 2004 que encajan en el debate de reciente sobre el “decrecimiento”.

 

Un paso inicial en esta dirección sería identificar cómo las relaciones entre los principales elementos de nuestro sistema económico colombiano determinan su comportamiento. Muchos de estos elementos son bien conocidos, pero no siempre se manipulan acertadamente ni se evalúan adecuadamente sus efectos.

 



[1]En Colombia la UNGR dispuso a 2021, $22.568 millones para más de 719.000 ayudas alimentarias y no alimentarias de las cuales el 95% fue para familias afectadas por el evento ocurrido en ‘Cara de Gato’, San Jacinto del Cauca, Ayapel, Guaranda, Majagual, San Marcos, San Benito Abad, Caimito, el departamento de Sucre, el municipio de Achí, Bolívar y el municipio de Nechí, Antioquia. estos han demandado alojamientos temporales urbanos y rurales para 23.342 familias damnificadas albergadas en coliseos y colegios. Los recursos y esfuerzos movilizados en más de $23.587 millones en los principales ríos, así como remoción en masa y avalanchas en la mayor parte del país.